Intercambio de barajitas

 

Las pasiones se desatan con el reinicio de las negociaciones entre oposición y régimen. Es como si fuera un delito que la plataforma unitaria, continue con la misión de lograr la reconquista de la democracia. Las malas intenciones y el desconocimiento generalizado del tema negociador nublan el sentido común a parte de la población, periodistas y políticos de cualquier color. Análisis, comentarios y señalamientos salen de todos los frentes, con el único propósito de pescar en río revuelto. Estamos al punto de llegar a pensar, que a muchos no les interesa que la situación venezolana mejore; claro, la dadiva, el facilismo y los pocos controles, son caldo de cultivo para los negocios turbios.

Con total desconociendo de los verdaderos intríngulis del proceso negociador, ciertos loros y guacamayas de balcón repiten que el régimen ganó de entrada, que la oposición se bajó los pantalones y que Maduro se fortaleció. Hablan de cantidades de dinero inexistentes como si Venezuela fuera un país árabe. Desvaríos colectivos que se incrustan en el subconsciente opositor y que Miraflores a provecha muy bien, para posicionar la narrativa de que el chavismo durará mil años; nada más lejos de la realidad. El régimen se tuvo que sentar, porque la presión internacional se endurece y no le da tregua. No solo se trata de sanciones económicas, sino la misma CPI que, sin más demora, ha puesto en marcha el tren de la justicia.

El proceso de negociación no es un mero intercambio de barajita en una esquina. Es mucho más complejo y, quizás, peligroso, de lo que la gente cree. Cada opinión vertida en las redes o en los medios presenta la "solución de la tragedia nacional". Cualquiera siente el deseo de exigir a la representación opositora en la mesa de negociación, que atienda y resuelva el problema especifico de cada sector destruido por el chavismo. Peticiones arrogantes que, además ser necias, son lanzadas sin pensar por un instante que el régimen es quien debe comprometerse, a fin de cuentas, tiene el control de Estado.

Presos políticos como banderas que ondean dardos envenenados. Proliferan los insultos y descalificativos a Gerardo Blyde, como si el proceso negociador depende de lo que él diga y quiera. El tema más delicado y complicado de la negociación en México es, precisamente, el de los presos políticos. Complejo, porque existen presos y torturados que pertenecen a varios grupos que integran la coalición de poder. No es fácil negociar con ocho o nueve esbirros a la vez. El radicalismo cívico-militar del régimen endurece su postura frente a un cambio de poder, por supuesto, negativa a negociar porque no aparecerán en la foto final de los que se salven.

La Miraflores negociadora se encuentra entrampada por esos grupos que, defienden a muerte, su cuota. Tan es así, que Maduro se vio obligado a dar las declaraciones más reveladoras y torpes desde que heredo el trono. Supeditar las condiciones electorales al cese de sanciones, no es amenaza para la comunidad internacional o la oposición, es para calmar a los sectores radicales de la coalición de poder. Además, es un reconocimiento directo a lo que siempre se ha denunciado sobre los procesos electorales de Venezuela. La arenga más allá de meter presión al proceso de México, suscitará mayor presión hacia el régimen por lograr elecciones libres bajo estándares internacionales.

Es menester repetir hasta el cansancio: la negociación en México no es un intercambio de barajita. En toda negociación las partes tienen puntos de vista e intereses particulares. Los acuerdos parciales derivan de intereses comunes y fáciles de aceptar por ambos. Es importante recordar que se negocia con una triada corrupta capaz de cualquier cosa. De allí, la complejidad del proceso y el trabajo difícil que lo toca a la representación opositora en la mesa. Nadie dijo que sería sencillo y expedito, pero no existe otra forma que permita arrinconar de manera definitiva y efectiva a Maduro. Si quieren cambios de barajitas, complete el álbum del mundial y, mientras, los adultos recuperan el país.


Miguel Peña
@miguepeg

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