3.000 mil millones de razones

Nunca debe sorprender los niveles de corrupción que exhibe el régimen. Sería un error social seguir con la narrativa “en Venezuela ya nada sorprende”, visto que se transforma en una especie de eslogan que permite normalizar lo que, en cualquier sociedad del mundo, sería irregular y escandaloso. Por supuesto, tras varios lustros fuera de los preceptos básicos de la democracia, del Estado de derecho y controles adecuados sobre el erario, los desfalcos se hacen tarea diaria en la gestión de cualquier funcionario público. El país se encuentra en la anomia económica, donde la amoralidad de riquezas inusitadas impera como orden establecido.  

3.000 millones de dólares se dicen fácil, pero el remordimiento que da pensar en la espeluznante cifra causa tristeza, desolación e impotencia. La primera estrategia que el régimen busca con su campaña mediática es minimizar el monto robado y se enfoca en resaltar su discurso político: “estos traidores estafaron a la revolución”. Que importa que el dinero desviado hunda más a PDVSA, de lo que trata el pataleo de Miraflores, es tomar venganza contra aquellos que, en la repartición del botín, dejaron por fuera a gran parte de la cúpula roja. Explicaciones vacías de un secreto a voces que, una vez más, demuestran el número de mafias que pululan en la coalición de poder. 


Resulta inverosímil y poco creíble que, dentro del propio seno de la alta cúpula madurista, nadie supiera del aberrante desvío de divisas por concepto de la venta petrolera. Ahora Miraflores se rasga las vestiduras y señala que este desfalco masivo, es una novedad que los ha sorprendido. Mentiras y mentiras que buscan tapar la debacle financiera de PDVSA. La industria energética que conocimos no existe, solo queda una caja negra que revelara en su momento, una de las bitácoras de corrupción más grandes de nuestra historia. Ese mentado “dinero fantasma” que levantó bodegones y concesionarios de autos quedó al descubierto. 


Se confirma que la caja chica del régimen fue y será PDVSA. Sin importar que presidente o ministro anuncien, el objetivo es llenarse los bolsillos, pero eso sí, debe cumplir primero con la cuota que le corresponde a Miraflores. Testaferros y lavado de dinero quedan al desnudo. Vendedores de empanadas que montan de la noche a la mañana grandes tiendas de ropa, edificios de lujo que se levanta en las mejores zonas de Caracas y Valencia, en fin, toda una exhibición de fortunas que sirven de complemento a la inteligencia artificial que usan, con el propósito de vender la frase: “desarrollo económico”. 


Mientras siguen vigentes 3.000 millones de razones para salir del régimen, del otro lado vemos a varios candidatos a las primarias de la oposición, totalmente desconectados de la realidad del país. Encuestas pagadas y campañas soporíferas obvian el tema esencial que debe incluir un candidato opositor: estamos en dictadura. La estulticia política de los candidatos del G3 y de los distintos arroceros, marca una agenda electoral predecible, carente de sustancia socioeconómica y, claro está, rebosante de populismos baratos. Esto sin duda, ayudará a que el ciudadano elija con mayor facilidad al verdadero representante de las fuerzas democráticas. 


El tema energético como eje central de la corrupción campante deja en el camino rastros inequívocos de que, al salir de la dictadura, el nuevo gobierno tendrá que pensar en fuentes de ingreso distintas al petróleo. Varios expertos aseguran que PDVSA es irrecuperable y, por su puesto, si se concreta la venta de Monómeros, tal aseveración se hará realidad, visto que los activos energéticos que la república todavía posee en el extranjero, permitirían algún tipo de recuperación de la principal industria petrolera venezolana. La inercia del macabro desfalco y las luchas internas en la coalición de poder, ponen en situación precaria y vulnerable al chavo-madurismo de cara al 2024; tres mil millones de razones para exigir la unidad democrática de la oposición.


Miguel Peña

@miguepeg

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