Narrativa

 



El discurso de ciertos candidatos opositores se hace papelillo. Es como si hablaran en otro idioma, porque cuesta mucho entender posturas políticas tan ambiguas y desatinadas. Para alguien que dice ser demócrata, los conceptos de democracia y dictadura deben estar muy claros. Presentar confusión frente a una dictadura cruel y sanguinaria como la que padecemos en Venezuela no tiene explicación. No caben medias tintas a la hora de definir lo que el régimen chavista personifica. Las incongruencias discursivas en el liderazgo opositor desatarán demonios sociales que, rápidamente, dará ventaja Maduro y su plan de perpetuidad; no es difícil de comprender. 


Chávez dejó de legado un neolenguaje muy particular. Siempre ajustaba el discurso de su política ramplona, con el firme propósito de pasar de victimario a víctima sin que nadie se diera cuenta. Esta nefasta narrativa roja, se apoderó del mundo opositor con desparpajo y descontrol. Lo más perjudicial, es que en pleno 2023 y luego de 25 años de chavismo, todavía el liderazgo de la oposición le cueste llamar –por presión o interés- las cosas por su nombre. ¿Qué más debe pasar para catalogar de dictadura lo que ocurre en el país? ¿Qué persona más debe morir o ser apresado? ¿Qué otra violación contra de la democracia hace falta? No es cuestión de semántica y, muchos menos, de sinónimos.  


Los vaivenes de la casina y desgatada narrativa de los precandidatos del G3, se estrella con la pared inexpugnable de la realidad venezolana, situación que no solo los deja mal parados en sus aspiraciones presidenciales, sino como venezolanos. Los adornos de esa falsa “neofilosofía” de política neutral tienen dos aspectos como eje central: la estupidez y el ego; así de básica es. Iniciar una campaña elevando el discurso a un plano superior, casi inalcanzable, en la mayoría de los casos demuestra una desconexión total con la única necesidad y urgencia ciudadana que requiere el país: salir de la dictadura.  


En su affair vintage con el micrófono, Capriles vuelve a establecer cuál es la estrategia del Statu Quo regimen-G3. “Mover el tablero”, “dejar la retórica” y “salirse de un discurso que no da para más”, son frases que construyen esa narrativa que inició con las deplorables declaraciones de Prosperi en Miami y, claro, siguen con los discursos de Petro y Lula. Bajo la óptica de PJ y su eterno candidato, EE.UU. es culpable de las violaciones de los DDHH, la corrupción, el narcotráfico y la despiadada persecución política. Es decir, dirigentes que desde el 98 acumulan fracasos electorales y políticos, tienen el cinismo de pedir cambiar la narrativa, cuando son ellos lo que siguen con el mismo discurso en cada campaña. 

 

Mientras el molino de las palabras mal dichas tritura candidaturas, en el panorama opositor se asoman alternativas a las primarias que, sin dudas, dejan obsoleta la narrativa repetitiva y cagalitrosa de los precandidatos del G3. Hay que decirlo, candidato que pueda establecer un mensaje claro y enfocado, no sólo pensando a corto plazo sino a largo plazo, tendrá la llave del Shangri-La opositor. Convocar la unidad nacional debe ser para ganar y mantener la gobernabilidad en el tiempo; allí está la clave. A pocos días de acusar a nuestros aliados internacionales de fomentar una narrativa negativa contra Maduro, Capriles es víctima de una repudiable agresión que, una vez más, refleja que el problema no es cuestión de narrativa, sino de dictadura.  


Miguel Peña
@miguepeg

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