Campaña Empujada

 


El régimen está oficialmente en campaña presidencial. Aunque el chavismo nunca deja de lado su estrategia de vender narrativa adornada con verbos en futuro y con gerundios mal usados, la pulcritud de las movilizaciones de calle de los principales candidatos a primarias hizo que el PSUV, acostumbrado a las campañas a control remoto, tuviera que mover de la casa de cristal a su elefante blanco. El desapego social se desborda en cada concentración oficialista, pues como cualquier reina de pueblo, cree que mover la mano para saludar le ganara adeptos. El desgaste es evidente y no existe forma de ocultar, así disfracen a los círculos de seguridad de simpatizantes. 

El triunvirato comienza a mover a su candidato por las zonas de la capital que tienen dos aspectos resaltantes: barriadas con más control social y grupos armados afines. No es mentira que ese siempre fue el eje central desde que el eterno candidato Chávez vivía. Inician en La Vega, casi a puerta cerrada, con el propósito de sondear el malestar de la calle. Infiltran funcionarios a dos bandas. Es decir, por un lado, miden las simpatías de los rojitos controlados por listas de asistencia y, por el otro, provocan histeria de descontento en el sector adverso, algo que les permite saber quiénes están en contra. Esto siempre les ha funcionado. 


A pesar de que el PSUV mantuvo en el tiempo una estrategia electoral aceitada, para la nueva travesía electoral del 2024 se le presenta una situación atípica que, sin dudas, trastoca sus planes de hegemonía. El primer punto incontrolable que tiene Miraflores a la vista es que el liderazgo opositor está en plena renovación. Nuevos protagonistas con propuestas diferentes y concretas inundan las calles del país. El régimen trata de imponer a su oposición sesgada y relamida, sin embargo, el desprecio de la gente por dos décadas de destrucción se extiende como pólvora a los enchufados y alacranes. Nadie cae entrampas verbales o mediáticas; está vez no hay bolsa CLAP que valga.  


La segunda arista incómoda que el régimen enfrenta de cara a las presidenciales es la investigación por crímenes de lesa humanidad y violación de los DDHH. Cierto, existe un ala del chavismo que tal situación no le importa, no obstante, el sector negociador y que quiere seguir disfrutando de lo robado –en el poder o no-, plantea una negociación donde lo primero a considerar, es a cuáles personeros rojos lanzan a los leones de la CPI. Con el panorama en contra le será difícil diseñar el entramado electoral favorable, así tengan a los rectores del CNE listos y empaquetados. Si, además, se suman las sanciones, se hace previsible que el dinero destinado al populismo ramplón solo alcanzará para mortadelas.  


Mientras el Olimpo de los “Dioses” rojos se viene abajo, el liderazgo opositor debe hacer su trabajo porque, a fin de cuentas, gana quien no perdona. Los distintos escenarios en donde resulta posible derrotar de manera contundente a la dictadura, tienen un común denominador: la oposición democrática debe estar unida. La campaña a las primarias no es pretexto para imponer propuestas por encima de otras. No puede ocurrir la estupidez cometida con el gobierno interino, es más, los precandidatos, no deberían permitirlo. Las desventajas del candidato de la coalición de poder hay que aprovecharlas; sin remordimientos de ningún tipo. El régimen se encuentra montado en una campaña electoral empujada, anacrónica y con dos metros de alfajol; es ahora o nunca.  

 

Miguel Peña G. 

@miguepeg 

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